Trinity by Grace Goodwin

Trinity by Grace Goodwin

autor:Grace Goodwin [Goodwin, Grace]
La lengua: spa
Format: epub
editor: KSA Publishers


2

Trinity, nave de batalla Karter, Estación Médica, dieciocho horas después

* * *

Miré la cara de Leo debajo del cristal. Parecía que estuviese durmiendo, pero sabía que estaba despierto. Tuve que recordarme repetidamente que esta no era una escena de Blancanieves. Leo no estaba en un ataúd de vidrio. No estaba esperando a que lo besara y lo despertara.

Se encontraba comatoso en una cápsula ReGen, tal como lo había estado durante más de diecisiete horas. Jessica había tratado de ayudarme a lidiar con ello. Me había llevado a dar un recorrido por la nave de batalla Karter y la nave me dejó boquiabierta en comparación con el transporte a Alera. Yo había dormido aquí en la nave en una habitación privada de Jessica y sus dos compañeros.

Yo era la invitada personal Jessica, quien era la reina de toda la Coalición de planetas, aunque no la consideraban una reina precisamente y la llamaban Lady Deston. Pero la realidad era esa, y nadie discutía con ella, pues chasqueaba los dedos y conseguía lo que quería en la nave.

Incluso el comandante Karter, un enorme y rudo guerrero de Prillon que conocí brevemente en la cena de la noche anterior, dejaba muchas decisiones en sus manos, aun cuando ella lo provocaba con la idea de enviarle a una linda chica de la Tierra para ponerlo de rodillas. Nunca había visto a un prillon sonrojarse, pero el comandante Karter prácticamente salió corriendo de la mesa cuando Jessica mencionó el tema.

Tal vez yo fuese una princesa, pero Jessica era una reina. Con Nial y Ander, el segundo compañero con aspecto de oso aterrador, frunciendo el ceño a todas aquellas personas con las que Jessica hablaba, comencé a comprender el atractivo de tener a un guerrero fuerte a mis espaldas.

Pero yo no deseaba a un prillon, ni a una de las gigantescas bestias de Atlán que había visto pelear en las batallas. Quería al hombre terco e inconsciente que yacía debajo del cristal. O debajo de la silicona. O debajo de cualquier jodido material de mierda que fuera el de la cápsula.

Extendí mis manos por encima del cristal, como si pudiera alcanzarlo y tocarlo. Deseé que el extraño don, el que podía sentir floreciendo en mi mente, fuera más fuerte. Tal vez así me permitiría llegar a la mente de Leo telepáticamente. O curarlo con un toque. No lo sabía. Nadie lo sabía. La ciudadela misma otorgaba los dones a quienes portábamos sangre real. Por eso puse mi mano sobre la gema y sentí la puñalada del cristal que se clavaba en mi palma tomando lo que necesitaba para confirmar mi identidad, para juzgarme y encender el chapitel.

Mis hermanas tendrían en el centro de las palmas de sus manos cicatrices iguales a la mía, y deseaba que estuvieran aquí para poder hablar con ellas, para descubrir si la ligereza en mi cabeza era normal. Si la extraña energía zumbante que sentía creciendo en mi interior era normal. Si ellas también veían los destellos de luz y oscuridad que yo veía alrededor de las personas desde que salí de la ciudadela.



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